“Todo saldrá bien». Este fue el eslogan de todo el periodo Covid 19. Se exhibía por todas partes y se convirtió en un medio de exorcizar el miedo, casi un mantra o una fórmula mágica que nos aseguraba y tranquilizaba diciéndonos que todo volvería a ser como antes, si no mejor.
Si este era el presupuesto, la decepción era inevitable. Las cosas no salieron tan bien como pensábamos, de hecho, fueron empeorando. La decepción, acompañada de amargura, desconfianza, frustración, insatisfacción, abatimiento, tristeza, ocupaba cada vez más lugar y desencadenaba muchas preguntas: ¿para qué sirve todo este dolor? ¿Y qué hace Dios? Si es realmente bueno, ¿por qué tanto sufrimiento y maldad? ¿Por qué reserva el mismo destino a justos e injustos? ¿Y dónde han quedado sus promesas? ¿Por qué no protege a los que creen en él? ¿Por qué prosperan los malvados y sucumben los pobres? ¿Por qué el mal es más fuerte que el bien? ¿Por qué siempre ganan los poderosos y los prepotentes?
Sin embargo, esa frase inicial es profecía, es verdad y tiene sentido, pero sólo si se sumerge en la imagen-icono por la cual es sobrepasada: el arco iris. Un signo de la tierra tocando el cielo y del cielo tocando la tierra. Signo del amor de Dios con nosotros. Sí: todo irá bien, todo estatá bien.
No tenemos respuestas, pero creemos en el Amor porque lo hemos experimentado y hemos comprobado que el Amor expulsa el miedo.
Eliana e Paolo Maino, fundadores de la Asociación Via Pacis